Inmejorable experiencia. Un entorno geográfico y cultural maravilloso. Un hotel respetuoso del contexto, sabiamente simple, cómodo, con cama enorme y muy cómoda, toneladas de agua caliente y gran cuidado de los detalles (excelentes toallas y jabones). Inolvidable jardín para olvidar el resto del mundo con su vista al pueblo y sus atardeceres. Convenientemente cerca, pero no en medio de algún bullicio en el pueblo. Pero todo eso no es nada comparado con lo mejor del hotel: la calidez de la familia propietaria, que sabe todo sobre Real, sus cerros y minas. Gente de bien que ha construido piedra sobre piedra, y que está siempre disponible para un consejo o una historia. Volvería cien veces. Recomendadísimo, sin dudarlo.